Hay tres fascinaciones humanas que podemos encontrar en la literatura (me corrijo: en toda la cultura, incluso los videojuegos). Una son los laberintos, arquitecturas malditas para los prisioneros pero fascinantes para los reyes y los jugadores, porque incluyen tesoros, peligros, monstruos, guardianes y los esqueletos de aventureros imprudentes. Otras son los espejos, porque aparentemente, a través de un objeto plano, podemos asomarnos a una ventana que nos revelará un mundo similar al nuestro, cuando no es una dualidad ligeramente retorcida e incompleta de la realidad que percibimos. Y finalmente, estos dos elementos son la sugerencia de que existe una arquitectura infinita (y me gustaría decir que biblioteca porque en estos pequeños objetos rectangulares, llamados libros, podemos capturar todo un cosmos de manera simbólica), una obsesión magistral de dos autores que también pasaban las tardes urdiendo sus propios laberintos y espejos: Borges y Ende.
Cuando algunos de ustedes pensarán en aquella clásica imagen simpsoniana de los primates que escriben todas las obras del mundo usando una máquina de escribir, esta idea ya la había rescatado Ende en su novela icónica: La historia interminable. Mientras tanto, tan solo en El ajedrez de Borges, el poema que leímos en la clase pasada, tenemos una suerte de metaficciones que nos pueden llevar al principio mismo de la cultura. Tan solo por mencionar tres: Dios, la sentencia de Omar y las torres homéricas. Estos pequeños, pero fascinantes recursos literarios nos pueden descubrir una idea: la metaficción, la hiperficción, son como un videojuego: la cultura humana está construida de cadenas que nos pueden llevar a un infinito de posibilidades e ideas (lo dijo Borges: el otro es infinito).
Antes de abandonar el espacio literario, el cual es importantísimo para iniciar la construcción de un mundo propio y un recurso que trasladaremos al terreno de los videojuegos, dedicaremos una clase más a estudiar cómo estas tres estructuras son, en esencia, tres pilares de creación que surgen de una necesidad humana por saciar curiosidades y explorar espacios, aun cuando estos son metafísicos. Los mismos desarrolladores de videojuegos parecen estar sutilmente obsesionados con crear experiencias eternas, permutaciones infinitas para entretener a sus jugadores. Laberintos y plataformas de creación aleatoria y mapas que son generados por procedimientos de juegos demasiado ambiciosos plagan la escena independiente, no solo porque son, en teoría, más sencillos de elaborar pero también porque sus posibilidades para divertir son amplias y económicas (así, quizás, como Shakespeare puede ser interpretado en cualquier teatro). Igual que una biblioteca infinita de Borges (véase la biblioteca de Babel), el desarrollador enfoca su creatividad en construir habitaciones, espacios determinados, que un algoritmo escogerá para presentar al jugador un calabozo personalísimo lleno de monstruos, tesoros y esqueletos de aventureros que previamente murieron en el camino.
El jugador es un explorador y un aventurero, cuando se encuentra con una aventura digna de su curiosidad y sus habilidades, se introducirá a un mundo que, como una cadena de favores, lo guiará a buscar un imposible número de objetos hasta conseguir su objetivo. Los espejos, los laberintos y el infinito son una invitación pero también un reflejo a la curiosidad y la imaginación humana.
Propósito
- Reflexionar sobre cómo podemos convertir el infinito en una estructura básica que nos sirva para colocar en nuestro juego.
- Descubrir que la cultura, aún si en nuestro caso es limitada, nos pertenece. Ningún autor lo sabe todo o lo controla todo. Crear una aventura es una experiencia de descubrimiento.
- Comprender que los videojuegos y su interactividad nacen de los principios de la metaficción: la cultura es una cadena, todo creador toma la responsabilidad de seguirla.
- Deleitarse con un poquito de Michael Ende y un poquito de Borges.
- Ver estos conceptos filosóficos, no como un abismo, pero el principio de una humanidad imaginativa y lúdica.
Temario
- La biblioteca de Babel.
- Bibliotecas infinitas en ficción.
- La búsqueda infinita, un juego literario es también un videojuego.
- El reflejo y el contrarreflejo: las dualidades, los tableros, los espacios como un mapa de creación.
- Un poco de juegos sin final y desarrollo por procedimientos.
Recursos
No es obligatorio, pero podría serles de utilidad si leen los siguientes cuentos: